lunes, 23 de febrero de 2009

¿ A DONDE VA EL AMOR?



“Parece mucho más sencillo enamorarse que seguir enamorado.”—Doctora Karen Kayser.
QUIZÁS no nos sorprenda que los matrimonios sin amor estén proliferando. La unión conyugal es una relación humana compleja, y muchas personas la inician sin estar preparadas. “Para conseguir la licencia de conducir, tenemos que demostrar que poseemos cierta habilidad —observa el doctor Dean S. Edell—, pero la licencia matrimonial se puede obtener con tan solo una firma.”
Por eso, mientras que muchos matrimonios prosperan y son felices, otros pasan por momentos de tensión. Quizás uno de los cónyuges o ambos se casen con grandes expectativas, pero carezcan de las aptitudes necesarias para mantener una relación duradera. “Cuando dos personas inician una amistad íntima —señala el doctor Harry Reis—, sienten que cada una aporta a la otra un sentimiento de valía personal.” Creen que su pareja es “la única persona del mundo que comparte sus puntos de vista. Ese sentimiento a veces desaparece, lo que puede tener graves repercusiones en el matrimonio”.
Afortunadamente, muchas relaciones conyugales no llegan a ese punto. No obstante, resumiremos algunos factores que en ocasiones han contribuido a que el amor se desvanezca.
Desilusión: “Esto no es lo que yo esperaba”
“Cuando me casé con Jim —relata Rose—, creía que nuestra relación sería como la de la Bella Durmiente y el Príncipe Azul, llena de amor, ternura y consideración.” Sin embargo, al poco tiempo, el “príncipe” de Rose perdió su encanto. “Acabé llevándome una terrible desilusión”, afirma.
Numerosas películas, libros y canciones populares ofrecen una visión poco realista del amor. Durante el noviazgo, muchas personas pudieran sentirse como si estuvieran viviendo un sueño hecho realidad y concluir al cabo de algunos años de casadas que, sin lugar a dudas, solo se trataba de un sueño. Un matrimonio viable pudiera parecer un absoluto fracaso por el mero hecho de no haberse convertido en un idilio de cuento de hadas.
Claro, algunas expectativas son del todo apropiadas. Por ejemplo, es normal esperar amor, atención y apoyo del cónyuge. Y, sin embargo, incluso estos deseos pudieran no satisfacerse. “Es casi como si no estuviera casada —dice Meena, una joven de la India—. Me siento sola y abandonada.”
Incompatibilidad: “No tenemos nada en común”
“Mi esposo y yo somos polos opuestos en casi todo —admite una mujer—. No pasa un día sin que me arrepienta amargamente de haberme casado con él. Sencillamente somos incompatibles.”
Por lo general, los recién casados no tardan mucho tiempo en descubrir que no se asemejan tanto como les parecía durante el noviazgo. “El matrimonio pone de manifiesto rasgos de la personalidad que ellos mismos desconocían antes de casarse”, escribe la doctora Nina S. Fields.
De ahí que haya parejas que después de contraer matrimonio tal vez concluyan que son totalmente incompatibles. “Aunque tengan algunos gustos y rasgos del carácter parecidos, la mayoría de las personas se casan con alguien cuyo estilo de vida, costumbres y actitud difieren bastante del propio”, indica el doctor Aaron T. Beck. Muchos cónyuges no saben cómo conciliar esas diferencias.
Discrepancias: “Siempre estamos discutiendo”
“Nos quedábamos atónitos de ver cuánto nos peleábamos; incluso nos gritábamos, o lo que es peor, dejábamos de hablarnos durante días”, relata Cindy al recordar los primeros días de su vida de casada.
Es inevitable que surjan desacuerdos entre los cónyuges. Pero ¿cómo pueden resolverse? “En un matrimonio saludable —escribe el doctor Daniel Goleman—, el marido y la mujer se sienten libres de manifestar una queja. Pero con demasiada frecuencia, en el calor de la discusión, las quejas se manifiestan de una forma destructiva, como un ataque a la personalidad del cónyuge.”
Cuando esto sucede, la conversación se convierte en un campo de batalla en el que se defienden las opiniones con fuerte determinación y las palabras dejan de ser un medio de comunicación para transformarse en un arma. Un grupo de expertos señala: “Uno de los efectos más perjudiciales de las discusiones que se escapan de las manos es que los cónyuges tienden a decir cosas que amenazan los mismísimos pilares del matrimonio”.
Apatía: “Nos hemos dado por vencidos”
“He dejado de intentar que nuestro matrimonio funcione —confesó una mujer después de llevar cinco años casada—. Sé que nunca funcionará. Así que lo único que me preocupa son mis hijos.”
Se dice que la verdadera antítesis del amor no es el odio, sino la apatía. Lo cierto es que la indiferencia en el matrimonio puede ser tan destructiva como la hostilidad.
Lamentablemente, algunos cónyuges han llegado a acostumbrarse tanto a la falta de amor que han perdido toda esperanza de que se produzca algún cambio. Por ejemplo, un marido asemejó sus veintitrés años de matrimonio a “un empleo que no te gusta”. Y añadió: “Uno se limita a cumplir”. Así mismo, tras llevar siete años casada, una mujer llamada Wendy ha perdido la esperanza de que su relación conyugal mejore. “Lo intenté tantas veces —comenta—, y él siempre me defraudó. Acabé en una depresión. No quiero pasar por eso otra vez. Si yo me dejara llevar por la esperanza, sólo me haría más daño. Más vale no esperar nada; no disfrutaré de las cosas, pero por lo menos no me deprimiré.”
La desilusión, la incompatibilidad, las discrepancias y la apatía son tan solo algunos de los factores que pueden contribuir a que se desvanezca el amor en el matrimonio. Es obvio que hay más razones, algunas de las cuales se recogen en el recuadro de la página 5. Ahora bien, prescindiendo de cuál sea la causa, ¿hay esperanza para las parejas que parecen estar atrapadas en un matrimonio sin amor?