lunes, 2 de febrero de 2009

LA DEPRESION , QUE ES?


¿Por qué me deprimo tanto?
Melanie siempre se había conformado al ideal de su madre de lo que era una niña perfecta... hasta que cumplió 17 años. Entonces, dejó de participar en las actividades escolares, cesó de aceptar invitaciones a fiestas y, al parecer, ni siquiera le preocupó que sus calificaciones bajaran de sobresaliente a solo normal. Cuando, con cariño, sus padres le preguntaron qué le pasaba, se alejó enfurecida, gritando: “¡Déjenme en paz! No me pasa nada”.
Mark, a los 14 años, era impulsivo y dado a la agresión, de temperamento explosivo. En la escuela era inquieto y desordenado. Cuando se sentía frustrado o se enojaba, montaba en su motocicleta y se iba al desierto, o se lanzaba en su tabla de patinar por colinas empinadas.
MELANIE y Mark padecían de variedades del mismo mal... la depresión. El Dr. Donald McKnew, del Instituto Nacional [estadounidense] de Salud Mental, dice que posiblemente del 10 al 15% de los niños de edad escolar sufren síntomas de depresión. Menos niños sufren ataques severos.
A veces el mal se debe a algún trastorno biológico. Ciertas infecciones o trastornos del sistema glandular, cambios hormonales en el ciclo menstrual, hipoglicemia, algunas medicinas, exposición a ciertos metales o productos químicos, alergias, una dieta desequilibrada, anemia... todos estos factores pueden causar depresión.
Las presiones que llevan a la depresión
Los años de la adolescencia son en sí mismos fuente de depresión emocional. Por no tener la experiencia de un adulto para enfrentarse a los problemas de la vida, el joven pudiera creer que nadie se interesa en él, y deprimirse mucho por asuntos de poca importancia.
El no poder estar a la altura de lo que los padres, los maestros o los amigos esperan de uno es otra causa de tristeza deprimente. Por ejemplo, a Donald le parecía que para complacer a sus padres —personas muy educadas—, tenía que sobresalir en la escuela. Al no lograrlo, se deprimió, y empezó a pensar en suicidarse. Se lamentó así: “Nunca he podido hacer nada bien. Siempre he quedado mal con todo el mundo”.
El ver que uno ha fallado en algo puede provocar depresión, como se evidencia por el caso de un hombre llamado Epafrodito. En el siglo primero, este fiel cristiano fue enviado en una misión especial de ayudar al apóstol Pablo, quien estaba en prisión. Pero al llegar a donde estaba Pablo, Epafrodito enfermó... ¡y Pablo tuvo que cuidar de él! Puedes imaginarte, pues, por qué a Epafrodito pudo haberle parecido que había fracasado, y por qué se sentiría “abatido”. Parece que no tomó en cuenta todo el bien que había hecho antes de enfermar. (Filipenses 2:25-30.)
Un sentimiento de pérdida
En su libro Too Young to Die—Youth and Suicide (Demasiado joven para morir... la juventud y el suicidio), Francine Klagsbrun escribió: “Muchos casos de depresión debida a factores emocionales tienen como raíz un sentimiento profundo de pérdida: de haber perdido a alguien o algo que se amaba profundamente”. Como se ve, la pérdida de uno de los padres por muerte o por divorcio, la pérdida del empleo, o de una carrera, o hasta de la salud física, pudiera ser raíz de una depresión.
Sin embargo, para el joven una pérdida aún mayor es la pérdida del amor, el creerse indeseado y pensar que nadie se interesa en él. “Cuando mi madre nos dejó, me sentí traicionada y sola”, reveló una joven llamada Marie. “Me parecía que de repente todo estaba al revés en la vida.”
Imagínate, entonces, la confusión y el dolor de algunos jóvenes que se enfrentan a problemas familiares como el divorcio, el alcoholismo, el incesto, el maltrato de esposas o de hijos o simplemente el rechazamiento por padres que están demasiado preocupados con sus propios problemas. ¡Cuánta verdad encierra el proverbio bíblico que dice: “¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder [y también tu capacidad para resistir la depresión] será escaso”! (Proverbios 24:10.) Puede que, sin razón para ello, un joven hasta se culpe a sí mismo por los problemas de su familia.
Cómo reconocer los síntomas
Hay diferentes grados de depresión. Pudiera ser que algún suceso desconcertante abatiera temporalmente a un joven. Pero por lo general esos sentimientos no duran mucho.
Sin embargo, si el estado de depresión persiste y en general el joven tiene una actitud de desaliento junto con sentimientos de inutilidad, ansiedad y cólera, esto puede convertirse en lo que los médicos llaman depresión crónica menor, o de grado inferior. Como lo muestran las experiencias de Mark y Melanie (mencionados al principio), los síntomas pueden variar considerablemente. Un joven pudiera sufrir ataques de ansiedad. Otro pudiera estar siempre cansado, sin apetito, sin poder conciliar fácilmente el sueño, y pudiera perder peso o sufrir una serie de accidentes.
Algunos jóvenes tratan de ahogar la depresión en placeres: fiestas constantes, promiscuidad sexual, vandalismo, borracheras, y así por el estilo. Un muchacho de 14 años confesó: “Realmente no sé por qué tengo que estar saliendo siempre. Solo sé que si estoy a solas me doy cuenta de lo mal que me siento”. Es tal como dice la Biblia: “Aun en la risa el corazón puede estar con dolor”. (Proverbios 14:13.)
Cuando es más que simple aflicción
Si la depresión crónica menor no se trata a tiempo, puede empeorar y convertirse en un problema de grandes proporciones... la depresión grave. (Ve la página 107.) “Siempre me parecía que estaba ‘muerta’ por dentro —explicó Marie, una víctima de depresión grave—. Sencillamente existía, pero nada me importaba. Vivía en constante temor.” Cuando se padece de depresión grave, la aflicción es constante y puede durar meses. Por lo tanto, ese tipo de depresión es el factor más común en el suicidio de adolescentes; en muchos países hoy día se considera una “epidemia oculta”.
La emoción más persistente —y la más mortífera— con relación a la depresión grave es una profunda convicción de que todo cuanto se haga resultará inútil. El profesor John E. Mack escribió acerca de una joven de 14 años llamada Vivienne, que padecía de depresión grave. Según las apariencias era una perfecta señorita, cuyos padres se interesaban mucho en ella. Sin embargo, en su desesperación, ¡se ahorcó! El profesor Mack escribió: “El que Vivienne no pudiera ver posible mejoría en su situación, que no tuviera esperanza alguna de librarse de su dolor, fue un factor importante en su decisión de suicidarse”.
A los que sufren de depresión grave les parece que nunca mejorarán, que no hay un mañana. Según los expertos, es ese sentido de futilidad lo que a menudo resulta en comportamiento suicida.
Sin embargo, el suicidio no es la respuesta. Marie, cuya vida se había convertido en una pesadilla, confesó: “Claro que pensé en suicidarme. Pero me di cuenta de que habría esperanza mientras no me quitara la vida”. El suicidio no resuelve nada. Desgraciadamente, en su desesperación muchos jóvenes no pueden siquiera imaginarse que su problema tenga solución, o que exista la posibilidad de que todo salga bien. En el caso de Marie, ella trató de escapar de su problema mediante inyectarse heroína. Dijo: “Me sentía muy confiada... hasta que se disipaba el efecto de la droga”.
Cómo hacer frente a la depresión leve
El Dr. Nathan S. Kline, especialista neoyorquino en depresión, dijo: “Algunos se deprimen debido al hambre. Puede que la persona no haya desayunado y por alguna razón no haya podido almorzar. Entonces, a eso de las tres de la tarde empieza a preguntarse por qué no se siente bien”.
Lo que uno coma también puede tener su efecto. Debbie, una joven atormentada por sentimientos de desesperanza, reconoció lo siguiente: “No sabía que los alimentos poco nutritivos tuvieran tan mal efecto en mi disposición. Los comía mucho. Ahora noto que cuando como menos dulces me siento mejor”. He aquí otros datos útiles: el que hagas algún tipo de ejercicio pudiera levantarte el ánimo. En algunos casos pudiera ser conveniente un examen médico, pues la depresión pudiera ser un síntoma de algún mal físico.
Cómo vencer en la lucha mental
A menudo la depresión es resultado de la poca estima en que uno se tenga a sí mismo, o pudiera empeorarse debido a esa actitud. “El que se ha enfrentado con el menosprecio de muchos —se lamentó Evelyn, de 18 años—, llega a creer que no vale nada.”
Pero considera esto: ¿Les toca a otros decidir lo que tú vales como persona? Ciertas personas se burlaron del apóstol cristiano Pablo. Algunos decían que él era débil de carácter y que no era buen orador. ¿Hizo esto que Pablo se viera a sí mismo como de ningún valor? ¡De ninguna manera! Pablo sabía que lo importante era amoldarse a las normas de Dios. Podía jactarse de lo que había logrado con la ayuda de Dios... sin importar lo que otros dijeran de él. Si tú también te recuerdas a ti mismo que tienes la aprobación de Dios, a menudo la aflicción se disipará. (2 Corintios 10:7, 10, 17, 18.)
¿Qué hay si te sientes deprimido por alguna debilidad o algún pecado cometido? Dios dijo a Israel: “Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve”. (Isaías 1:18.) Nunca olvides que nuestro Padre celestial es compasivo y paciente. (Salmo 103:8-14.) Pero ¿te esfuerzas tú por resolver la situación? Si te quieres deshacer de tus sentimientos de culpa tienes que poner de tu parte. Como dice el proverbio: “Al que las confiesa y las deja [sus transgresiones] se le mostrará misericordia”. (Proverbios 28:13.)
Otra manera de vencer el abatimiento es poniéndote metas que puedas alcanzar. No tienes que ser el estudiante más sobresaliente de la clase para sentir que has alcanzado éxito. (Eclesiastés 7:16-18.) Reconoce que las desilusiones son parte de la vida. Cuando te vengan, en vez de pensar: ‘Nadie se interesa en lo que me pasa, ni se interesará jamás’, piensa: ‘Ya se me pasará’. Además, no hay nada malo en desahogarse llorando.
El valor del logro
Daphne, quien ha vencido ataques de desánimo, aconseja: “La desesperación no se va por sí sola. Hay que pensar en otras cosas o envolverse en alguna actividad física. Hay que empezar a hacer algo”. Considera el caso de Linda, quien hacía todo lo posible por contrarrestar la tristeza; ella dijo: “Me distraigo con la costura. Empiezo a coser y sigo cosiendo hasta que olvido la perturbación. Mantenerme ocupada es una verdadera ayuda”. El ocuparte en cosas que sabes hacer bien puede alimentar tu amor propio, que por lo general está en su punto más bajo durante una depresión.
También es provechoso que participes en las actividades que más placer te causan. Ve de compras y consíguete algo especial, participa en juegos, prepara tu plato favorito, curiosea en una librería, ve a comer a un restaurante, lee o trata de resolver un crucigrama, como los que aparecen en la revista ¡Despertad!
Debbie descubrió que podía hacer frente a la depresión si planeaba viajes cortos o se ponía metas que podía alcanzar fácilmente. Sin embargo, una de las cosas que más le benefició fue ayudar a otras personas. “Conocí a una joven que estaba muy deprimida, y empecé a ayudarla mediante un estudio de la Biblia —dijo Debbie—. Lo que consideraba con ella semanalmente me permitió mostrarle cómo vencer su depresión. La Biblia le dio verdadera esperanza. Esto también me ayudó a mí.” Es precisamente como dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.)
Considera el asunto con alguien
“La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija.” (Proverbios 12:25.) La “buena palabra” de una persona comprensiva puede tener buen efecto. Ningún humano puede leer tu corazón, así que desahógate con alguien en quien confíes y que pueda ayudarte. De acuerdo con Proverbios 17:17 (Versión Popular) “un amigo es siempre afectuoso, y en tiempos de angustia es como un hermano”. Evan, de 22 años, dijo: “Guardar uno dentro de sí sus problemas es como llevar una carga pesada a solas, pero el compartirlos con otra persona puede aliviarle a uno la carga”.
Quizás digas: ‘Pero ya he tratado eso, y lo único que consigo es un sermón sobre ver el lado brillante de la vida’. Entonces, ¿dónde puedes hallar a alguien que no solo te escuche y sea comprensivo, sino que también pueda aconsejarte objetivamente? (Proverbios 27:5, 6.)
Dónde hay ayuda
Comienza por ‘dar tu corazón’ a tus padres. (Proverbios 23:26.) Ellos te conocen mejor que nadie, y por lo general te pueden ayudar si se lo permites. Si perciben que tu condición es grave, quizás hagan arreglos para que recibas ayuda profesional.
Los miembros de la congregación cristiana son otra fuente de ayuda. “En el transcurso de los años me había convencido de que nadie comprendía realmente cuán deprimida estaba —reveló Marie—. Pero entonces hablé con una de las hermanas de edad madura de la congregación. ¡Cuán comprensiva fue! Ella había pasado por experiencias como las mías. Me animó saber que otras personas habían experimentado lo mismo que yo y que todo les había salido bien.”
No, la depresión de Marie no desapareció instantáneamente. Pero con el tiempo pudo enfrentarse a sus emociones mientras profundizaba su relación con Dios. Entre los adoradores verdaderos de Jehová tú también puedes hallar amigos y “parientes” que se interesen genuinamente en tu bienestar. (Marcos 10:29, 30; Juan 13:34, 35.)
Poder que es más allá de lo normal
Sin embargo, lo que más te puede ayudar a disipar la aflicción es lo que el apóstol Pablo llamó “el poder que es más allá de lo normal”, que proviene de Dios. (2 Corintios 4:7.) Dios te puede ayudar a combatir la depresión si arrojas tu carga sobre él. (Salmo 55:22.) Mediante su espíritu santo, él te suministra poder que sobrepasa el poder normal.
La amistad con Dios es realmente reconfortante. Una joven llamada Georgia dijo: “Oro mucho cuando me siento triste. Sé que Jehová proveerá una salida sin importar lo grave que sea la situación”. Daphne concuerda con esto, y agrega: “Le puedes contar todo a Jehová. Solo tienes que expresarle la aflicción de tu corazón, con la confianza de que, aunque nadie más te comprenda, él te comprende y se interesa en ti”.
Por eso, si te aflige la depresión, órale a Dios, y trata de hablar con alguna persona sabia y comprensiva a quien puedas contar lo que sientes. En la congregación cristiana hallarás “ancianos” que son consejeros hábiles. (Santiago 5:14, 15.) Ellos siempre están dispuestos a ayudarte a mantener tu amistad con Dios, pues Dios comprende tus problemas y te invita a arrojar tus inquietudes sobre él ‘porque se interesa en ti’. (1 Pedro 5:6, 7.) Sí, la Biblia promete: “La paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Filipenses 4:7.)
[Nota a pie de página]
La mayoría de los expertos en el campo de la medicina recomiendan que las víctimas de depresión grave reciban ayuda profesional, debido a la posibilidad de suicidio. Por ejemplo, puede que se necesiten ciertas medicinas que solo pueda recetar un médico

LA TOLERANCIA, COMO ADQUIRLA


LA TOLERANCIA


LA HERMOSURA del valle de Cachemira hizo exclamar a un filósofo del siglo XVI: “Si existe un paraíso, está aquí”. No se imaginaba, obviamente, qué deparaba el futuro a aquel sector del mundo. En el último quinquenio han muerto más de veinte mil personas en las luchas entre los separatistas y el ejército indio. El diario alemán Süddeutsche Zeitung califica ahora a la región de “valle de lágrimas”. El valle de Cachemira aporta una lección sencilla y útil: la intolerancia puede destruir un paraíso en potencia.
¿Qué significa el término tolerancia? El diccionario Pequeño Larousse Ilustrado lo define así: “Indulgencia, respeto y consideración hacia las maneras de pensar, de actuar y de sentir de los demás, aunque éstas sean diferentes a las nuestras”. ¡Qué cualidad tan deseable! Sin duda, nos sentimos a gusto con la gente que respeta nuestras creencias y actitudes, aunque no coincidan con las suyas.
De la tolerancia al fanatismo
Lo contrario de esta virtud es la intolerancia, que alcanza diversos grados. Quizás empiece con la censura miope de la conducta o modo de actuar del prójimo. Tal cerrazón impide gozar a plenitud de la vida y asimilar nuevas ideas.
Por ejemplo, la persona remilgada puede incomodarse con el chispeante entusiasmo de un niño. Y el joven tal vez se aburra con la actitud reflexiva del mayor. Pida a alguien cauto que trabaje codo a codo con un aventurero, y es posible que ambos se irriten. ¿A qué obedece la incomodidad, el aburrimiento y la irritación? A que, en dichos casos, a cada uno le cuesta tolerar la actitud o la conducta del otro.
Donde hay intolerancia, la estrechez de miras puede degenerar en prejuicio, sea contra un grupo, raza o religión; o, aún más grave, en fanatismo, que quizás se manifieste en odios violentos que acarreen sufrimientos y muertes. Analice tan solo a qué llevó la intolerancia en las Cruzadas. Aún hoy es un factor decisivo en los conflictos de Bosnia, Ruanda y el Oriente Medio.
La tolerancia exige equilibrio, algo nada fácil, pues somos como el oscilante péndulo de un reloj. En materia de tolerancia, unas veces pecamos por defecto, y otras, por exceso.
De la tolerancia a la inmoralidad
¿Puede uno pasarse de tolerante? En 1993, el senador estadounidense Dan Coats habló de “una batalla por el sentido y la práctica de la tolerancia”. ¿A qué se refería? Él deploraba que, en nombre de la tolerancia, haya quienes “pierdan la fe en la verdad moral: en el bien y el mal, en lo correcto y lo incorrecto”. Tales personas opinan que la sociedad no tiene el derecho de juzgar si determinada conducta está bien o mal.
En 1990, lord Hailsham, político británico, escribió que “el enemigo más funesto de la moral no es el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo, la codicia ni ninguna otra causa comúnmente aceptada. Su auténtico enemigo es el nihilismo: en el sentido más estricto del término, no creer en nada”. Obviamente, si no creemos en nada, carecemos de normas que definan la conducta apropiada, y todo es tolerable. Pero ¿está bien tolerar todo tipo de conducta?
El director de una escuela secundaria de Dinamarca opinaba que no. A principios de los años setenta se quejó en un artículo de periódico de que la prensa anunciara espectáculos pornográficos en los que copulaban personas y animales. Aquellos anuncios se autorizaron en aras de la “tolerancia” danesa.
Por consiguiente, es problemático pecar tanto por defecto de tolerancia como por exceso. ¿Por qué será tan difícil evitar los extremismos y mantener el debido equilibrio? Tenga la amabilidad de leer el siguiente artículo.
[Ilustración de la página 3]
Se puede hacer daño a los niños sacando las cosas de quicio cuando cometen errores